Ordenar cuando vivís sola puede ser un desafío. Pero ordenar cuando compartís casa… es otro nivel.
Porque no siempre todas las personas que viven con vos tienen las mismas prioridades, hábitos o tiempos.
Y entonces empezás a cargar con todo. A enojarte. A frustrarte.Y a pensar: “¿Para qué ordeno, si después nadie lo cuida?”
Hoy quiero hablarte a vos, que querés vivir más liviana, pero no estás sola. Y sentís que el desorden ajeno te invade, te enoja o te agota.
Acá van algunas ideas para no perderte a vos misma en el intento:
1. Tu orden es tuyo
No podés controlar lo que hacen los demás, pero sí podés elegir qué espacios mantener para vos.
Tu mesa de luz, tu bolso, tu escritorio, tu lado del placard.
A veces, ordenar lo propio es suficiente para recuperar el eje.
2. Hablá desde lo que necesitás, no desde lo que te molesta
No se trata de acusar: “Nunca ordenás”, sino de compartir:
“Cuando hay cosas por todos lados, me cuesta relajarme. ¿Podemos buscar una solución?”
3. No limpies el enojo
Evitá usar el orden como castigo o desahogo. Porque después, además de cansada, quedás resentida.
Mejor respirar, pedir ayuda o frenar a tiempo.
4. Poné límites amorosos
Podés cuidar el espacio común sin ser la única responsable.
Poné cartelitos, armá rutinas compartidas, delegá tareas. El orden también se enseña y se conversa.
5. Recordá por qué elegís este estilo de vida
Vos no ordenás para que te aplaudan. Ordenás porque te hace bien.
Y aunque vivas con otros, tu bienestar sigue siendo una prioridad.
Convivir no siempre es fácil.
Pero podés ordenar desde el amor… sin perderte a vos en el medio.
Si este blog te resonó, quizás sea el momento de ponerle palabras a eso que te incomoda hace rato.
Estoy del otro lado para acompañarte si necesitás claridad o impulso.
Vivi Papa – VP Organizadora Profesional®