Hay momentos en los que todo parece en su lugar… y, sin embargo, no es así.
Abrís el placard: prolijo. Mirás la agenda: organizada. La casa: impecable. Pero adentro… sentís ruido.
Ese es el orden invisible. El que no se mide por cajas, listas o estantes. El que no se ve, pero se siente.
Es el orden de las decisiones tomadas a tiempo, de los “no” dichos con firmeza, de los vínculos que ya no cargan peso, de la calma que dejaste entrar.
Yo siempre digo que el orden exterior y el interior se retroalimentan. Una casa en orden trae paz mental, y una mente en calma hace más fácil sostener el orden afuera.
Se pueden aparentar las formas, pero sin orden interno, lo externo no dura.
Por eso, la próxima vez que sientas que “algo” no encaja, antes de mover muebles o reacomodar estantes, mirá adentro.
Quizás ahí esté el verdadero pendiente.
Y cuando lo acomodes, vas a ver cómo todo lo de afuera encuentra solo su lugar.
VP® Vivi Papa