Hay momentos en los que creés haber hecho todo bien.Cada cosa en su lugar. Todo limpio, prolijo, impecable.Y sin embargo, algo adentro sigue igual.
Te sentás, mirás el espacio y no hay caos… pero hay ruido.No sabés explicarlo. Solo sentís que no alcanza.Que la calma no llegó con los contenedores, ni con los cajones que cierran perfectos.
Porque a veces ordenamos para tapar.Para no mirar lo que duele, lo que incomoda, lo que no queremos escuchar.A veces nos metemos en el orden externo para huir del interno.Y claro… cuando el silencio llega, todo eso aparece. "En mi desorden me entiendo", me dicen...
El orden físico puede calmar el entorno, pero no siempre calma la mente. Podés tener la casa impecable y seguir sintiéndote desbordada.Porque el verdadero desorden, muchas veces, no está afuera. Está adentro.
En lo que no dijiste, en lo que sostenés, en lo que callás mientras acomodás.En la culpa, en no delegar, en no frenar 5 minutos y darte un tiempo para vos.
Y ese es el momento donde el orden se vuelve espejo.Porque el problema no eran los objetos, sino lo que representaban.El control, la exigencia, la culpa de no poder con todo.
El miedo a que, si aflojás, todo se desarme.
Pero quieo decirte algo, el alivio no llega cuando todo está perfecto, llega cuando dejás de pelear.
Cuando te permitís ese rato que te humaniza,cuando entendés que soltar no es rendirse, sino hacer espacio para respirar.
A veces el verdadero orden no es el que se ve, sino el que sentís cuando por fin bajás la guardia.
Cuando te permitís estar sin hacer, y entendés que también ahí hay valor.
Así que si hoy todo está ordenado y, aun así, no sentís alivio…no te castigues.
Quizás ya no se trata de mover cosas, sino de mirarte distinto.De darte el permiso de parar, respirar y dejar que el orden te encuentre a vos.
Y si no podés hacerlo sola, está bien. A veces solo necesitamos una mirada externa que acompañe sin juzgar, que ayude a ver lo que el cansancio o la costumbre ya no dejan ver.
Ahí es donde yo acompaño: con calma, con respeto y con la claridad que ordena.
Porque ordenar, también, es aprender a verte con otros ojos.
Abrazo organizado
VP® Vivi Papa