Ayer, lunes 6 de octubre, mi marca cumplió 7 años. Y todavía me cuesta poner en palabras lo que significa. Siete años de un negocio que nació con ilusión, con miedo, con esa mezcla de entusiasmo y vértigo de quien se anima a dar un paso sin saber del todo qué hay después.
No fueron siete años perfectos ni lineales. Hubo momentos de alegría inmensa, de sueños cumplidos, de logros que jamás pensé alcanzar. Y hubo también días grises, cansancio, lágrimas, dudas, ganas de soltar todo y de volver a empezar desde cero. Más de una vez sentí la tentación de patear el tablero, de decir “hasta acá llegué”. Pero cada vez que ese pensamiento aparecía, había algo más fuerte que me sostenía: mi propósito.
Ese propósito fue creciendo conmigo, pero siempre estuvo ahí, latiendo. Al principio era animarme a compartir lo que sabía hacer. Después se transformó en acompañar a otras personas a descubrir que el orden no es un fin, sino un medio. Con el tiempo entendí que lo mío no era solo acomodar objetos, sino ayudar a vivir con más calma, más intención y más liviandad.
Siete años me enseñaron que el crecimiento real viene en curvas y no en línea recta. Que sostener un negocio propio implica resiliencia, paciencia y mucha más valentía de la que imaginaba. Que estar rodeada de comunidad y apoyo hace toda la diferencia: una comunidad, un grupo, una mano extendida, pueden sostenerte en los días más difíciles.
Hoy, cuando miro hacia atrás, abrazo a la mujer que fui. Abrazo a la que soñó con esto, a la que dudó mil veces, a la que lloró de cansancio y también de alegría. Abrazo a cada persona que confió en mí, que se animó a dejarse acompañar, que abrió su casa, su historia y su tiempo para compartir un pedacito de vida conmigo.
Y también me reconozco. Reconozco que sigo acá porque esto es lo mío. Porque todavía me apasiona ayudar a que otras encuentren alivio y orden, no desde la perfección, sino desde lo real y lo posible. Reconozco que, aunque muchas veces sentí miedo, lo que me sostuvo siempre fue esa certeza interna: que mi propósito vale más que cualquier duda.
Siete años después, no tengo todas las respuestas, pero tengo algo mejor: claridad. Claridad de que este camino recién empieza. Claridad de que lo mejor de VP todavía está por escribirse. Claridad de que cada paso, incluso los más difíciles, me trajeron hasta acá.
Hoy celebro mi marca, mi negocio, mi propósito. Celebro haberme animado a crear, a sostener, a insistir. Celebro cada aprendizaje, cada persona, cada desafío que me moldeó en este tiempo. Y celebro lo que viene, porque quiero seguir construyéndolo acompañada, con la misma pasión con la que empecé y con la certeza de que todavía hay mucho por crear. ¿Me acompañan?
Abrazo organizado
VP® Vivi Papa